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POWER

04/15/2011

Texto: J. Batahola. Ilustración: El Profesional del Hambre.

Benito Carrizosa. Power.

Uno no puede fiarse ni de su padre. Cuando todo parece ir sobre ruedas, te la pegan a la mínima. Por Benito Carrizosa

Vivo en el odio absoluto: presiento que la Toñi me engaña. En un chequeo rutinario de su móvil (la información es la base de la estabilidad doméstica) encontré unos mensajes la mar de comprometedores y unas fotos de un cachitas de tercera, melenudo y hortera. Mi orgullo de joven españolísimo se hace trizas, mi corazón se fragmenta como nuestras provincias y el deseo de venganza se apodera de mi dicharachera persona. La sobredosis de ego me animaría a romperle las piernas al musculitos si no estuviera convencido de que saldría perdiendo; nunca debería haberla dejado apuntarse a ese gimnasio. Uno va de moderno y pasa lo que pasa… en fin, nada que una demanda no pueda solucionar. O un buen polvo.

Espoleado por el deseo de venganza me pongo estupendísimo y me planto en una reunión de antiguos alumnos de los Padres Claretianos. Una fiesta sin alcohol y sin escotes no promete demasiado, pero lo mío es el riesgo. Un chuletón y dos mostos después, tengo a la presa en mis manos. Si no le sacara dos cabezas y la deslumbrante lycra negra de mi camiseta sin mangas no me protegiera cual traje ignífugo, estoy seguro de que me devoraría como a un pastelito salado. Al principio me preocupaba no ser tan inteligente, pero una vez que todas sus cremalleras, botones y corchetes han saltado por los aires, siento el infinito alivio de haber envejecido mucho mejor. Metido en faena y con el gatillo más flojo que un marine de Guantánamo, pincho de manera estrepitosa en el primer asalto celebrado en los baños de la parroquia, confirmando la teoría de que las feas son mucho menos exigentes. Soluciono la operación con unos trabajos subterráneos que dejan a la señora a las puertas de la afonía, pero que no satisfacen mi sed de venganza. Seguiré jugando.

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